Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

21. DIÓGENES (Edita)

Aunque Dña. Carmen siempre se negaba a abrir la puerta a nadie, esa vez era evidente que urgía prestarle ayuda. Últimamente no salía de casa ni para visitar los contenedores. Además del jaleo de perros y gatos, cada vez más estridente, el hedor en la escalera ya resultaba insoportable. La preocupación lógica de los vecinos se convirtió en desesperación. Hacía tiempo que habían agotado la paciencia y todas las vías a su alcance para solicitar la intervención de los servicios sociales y otros organismos presuntamente competentes. Siempre la misma respuesta: sin consentimiento de la afectada o autorización judicial, imposible invadir el ámbito privado. Pero llegó la nueva Ley de Bienestar Animal y vieron en la norma una posible salida. Denunciaron con premura las condiciones indignas en las que se hallaban las mascotas del 3º B. Pocos días después, acudían al edificio las autoridades de orden público. Como no hubo respuesta desde el interior, accedieron a la vivienda por medios propios y, veloces, trasladaron a una protectora algunos animales todavía vivos. Ella tuvo menos suerte: lo que se pudo recuperar de la anciana fue al depósito de cadáveres.

 

20. A grandes males… (Juan Manuel Pérez Torres)

Tantas parejitas en época de celo podían liarla parda, aunque Noé lo tenía todo previsto: se montó un almacén donde guardaba los penes de todos los machos y a cada uno le dio una tarjeta resguardo. Como calculaba un diluvio de cuarenta días, autorizaría un vis a vis, cada cuatro días, a cada pareja. Así, todos contentos y todo controlado.
Pero comenzó a llover y, allí encerrados, sin poder salir al campo, ni subirse a los árboles, ni nada, en fin, que durante las primeras dos semanas ya se notaba cierto nerviosismo, especialmente, entre los mamíferos. Y se lio, se lio.
Luego se supo que fueron las hembras las que convencieron a sus parejas para que empezaran a intercambiarse sus tarjetas.

19. Pájaros en el fango

El rosal acoge a los pajaritos, a los que gusta irse por las ramas.
Los inquietos reyezuelos pasan el día dando saltitos entre los tallos finos atacando al pulgón, los zorzales hacen lo mismo en las ramas más gruesas. Los petirrojos, por rango que da el color, capitanean las cuadrillas de unos y otros.

Los verderones, propensos al escaqueo, no pierden oportunidad para ir de flor en flor detrás de cualquier pajarita que se les pone a vuelo. Así, entre cabriolas y aleteos, las introducen de soslayo entre los camaradas.
Todo funciona en perfecto orden, bajo la atenta mirada del gran águila de cola roja y su íntimo, un halcón metálico por el que claman al cielo albatros y gaviotas.

Un pequeño pinzón rojo, -no se sabe si por ira o por ideología-, ha caído del nido que le acoge, empujado por las garras de sus fechorías. Tras tornar en urraca, cegado por el dorado de la opulencia, ahora es un cuervo capaz de sacar los ojos a quien ose acusarle.
¡Qué suerte ha tenido el pajarito! Que a la sombra de las rejas de una jaula, se ha convertido en jilguero y afinando su siringe promete entonar «La Traviata».

18. Ventajas del uranio enriquecido

«Eres único y especial, puedes hacerlo. ¡Vuela!». Pero aquí sigue el animal, sin lanzarse a saltar del barranco, a pesar de las tiernas palabras que le susurro a sus grandes orejas. De poco han servido los kilos del mejor maní o los cientos de veces que juntos hemos visto Dumbo. El muy terco se niega, y cada día que pasa es una oportunidad perdida para lograr mi propósito: tirarme a las más guapa de la oficina. Una noche de copas me soltó entre risas que ella se iría a la cama con un tipo como yo cuando los elefantes volasen. Podría haber dicho cuando las ranas criasen pelo. Me habría bastado con un billete a Fukushima.

17 EL SEXTO MANDAMIENTO

Mi borrica Petra lee perfectamente. Tardé en saber dónde aprendió. Un día me dijo: Federico, tienes que aprender a leer y así estudiarás leyes y tendrás un futuro mejor.

 

¿Cómo sabes eso Petra? Te explicaré; tu padre me compró a un arriero de Salamanca con el que conviví varios años. Por la noche me escapaba a estudiar a la Universidad, y durante un tiempo posterior ejercí la docencia en la Facultad de Derecho.

 

Tu padre, observó que cada día tardaba más en leer el periódico. Petra ¿Qué te pasa?-que empiezo a tener presbicia. Y tu padre, consciente del valor de la cultura, me compró unas gafas que hoy luzco con placer.

 

Tiempo después, limpiando la enramada, tu padre encontró una fotografía de otra borrica joven que, curiosamente también tenía gafas y me preguntó ¿Quién es esta borrica tan guapa que aparece en esa fotografía que tenías en la enramada?… por un momento se creó un silencio de tensión… y Petra, con añoranza, reconoció que había sido novia suya en la Facultad de Derecho. Era muy coqueta. Se llamaba Emeteria y con ella, le confesó, que juntas descubrieron el sexto mandamiento.

Fue maravilloso.

Todavía nos escribimos de vez en cuando.

16 Renglones torcidos

Naamá estaba preocupada por su esposo. En su segunda noche en el arca, no podían conciliar el sueño.

-Procura dormir un poco Noé, ¿en qué piensas?, ¿aparecieron?

A Noé no le cuadraban las cuentas. No había encontrado ningún lagarto gigante, de esos cuyos huesos petrificados había desenterrado alguna vez. Le inquietaban también los paquidermos, cuya envergadura era ahora mucho menor y además habían perdido el denso pelaje que los cubría. Por si fuera poco, los pinzones se habían multiplicado, con una variedad infinita de picos de todas las formas imaginables.

El descubrimiento más inquietante había llegado esa misma mañana. Ni Set, ni Cam, ni Jafet tenían muelas del juicio. Estaba seguro que sus hijos siempre tuvieron la dentadura como él.

La mujer lo miró con ternura.

-Deberías ocuparte de cumplir tu misión y cuidar bien lo que nos han encomendado. Vamos, suelta las amarras y cierra bien las puertas que se aproxima la tormenta.

15 EXTINCIÓN (Ángel Saiz Mora)

Aquel lugar estaba saturado de seres vivos, pero reinaba el silencio. La suma de tantas respiraciones distintas apenas era perceptible.

Todos ahorraban energías hasta que llegase el momento. Los nerviosos mosquitos, o las inquietas ardillas, parecían tan pacientes como las tortugas. Era notorio el esfuerzo del pájaro carpintero para no picotear la madera que lo rodeaba. Los impulsos reprimidos de los cazadores, junto a la apagada intención de huir de sus potenciales presas, contribuían a esa inaudita convivencia más allá del instinto. Las arañas, con demasiada seda acumulada dentro de los abdómenes, evitaban mirar con sus ocho ojos a las moscas. Una tregua temporal los unía.

Antes de volver a la normalidad, el Creador de esa fauna de equilibrios casi perfectos había dispuesto un plan para enmendar su único error. Emitió un susurro en forma de orden para la mayoría de las criaturas, cuya quietud general mutó en acciones repentinas y coordinadas, dirigidas de manera precisa contra una especie muy dañina: desde los abrazos inmovilizantes de los osos, al veneno de las serpientes, para rematar con los colmillos de los depredadores.

La caza mayor de tan peligrosos mamíferos duró poco. Noé y los suyos habían caído en la trampa.

14 Eficacia y transparencia

La medusa fue elegida líder del arrecife por inspirar respeto simplemente con su presencia.

Alegó otros méritos, como su ausencia de corazón y de cerebro, pero a esto ya estaban acostumbrados los electores.

13 Menuda gansa

¡Estoy tan asustada!

De hecho, no creo que mi débil corazón aguante mucho más…

Es tal el nerviosismo que me embarga, que el más mínimo sonido me altera hasta ponerme la piel de gallina.

¿De gallina?

Tiene gracia que yo digo eso…

Pero… ¡escucha! ¡Ya vienen!

Están ahí, esta vez no me equivoco. Esta vez es cierto, son mis últimos segundos.

¿Y qué hacer? ¿A quién apelar?

¿Quién va a ayudarme si ya desde el principio supe que esta, y no otra, era mi triste condición? ¿De qué me sirven ahora mis bellas plumas, mi robusto cuerpo, mi inteligencia superior?

¿De qué… de qué…?

¡Miradme!

¡Observadme por última vez!

No volveréis a escuchar mis graznidos. No sufriréis nunca más mis picotazos. No habrá más torturas ni vejaciones.

Ahora sois vosotras las reinas, las más afortunadas del mundo, y yo, _ ¡ay, pobre de mí! _, languidezco en esta esquina sola, ultrajada, abucheada, menospreciada…

En estos días de paz y amor mi fatal destino está sellado.

¡No riais, malditas!

Pequeñas gallinas sin gracia, sin belleza, sin finura…

¡Oh, anodinas!

¡Puerca especie que sólo abastece y ni siquiera vale para alegrar un caldo!

¡Que os den!

12 LA DIGNIDAD DE BEBEL (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

La Coruña 29/7/1936

─ ¡Un momento!, voceó el ribadense Bebel García, de espaldas a la mar que, indiferente al momento se entretenía en darse testarazos contra as rochas en la Punta Herminia. El grito de Bebel despertó al ojo cristalino de la Torre de Hércules que lo reconoció:

─ ¡Es Bebel, el extremo izquierdo del Dépor!

Este exordio, como un rugido, captó la atención de los soldados que apartaron sus caras del escalaborne y sus ojos del punto de mira del “mauser”. También paralizó la garra animal del sargento de prominente epiplón, que sosteniendo el sable en alto acababa de pronunciar el fatídico: “apunten”.

Bebel con parsimonia y pulso firme desabotonó su bragueta.

No fue tenesmo vesical, fue un acto de afirmación. El chorro de orina resultó tan largo, ayudado por la brisa del mar, que salpicó las botas militares. Así confirmó su desprecio deseando que aquel líquido excrementicio fuera lejía de su fábrica. Se abrochó y mirando a su hermano France, reo a su lado, dijo:

─ Ahora ya podéis.

Los fusileros descargaron a la voz de fuego deseando que su cartucho fuese el de fogueo.

La afición perdió un futbolista.

Una furtiva gaita con sordina roncaba “la Internacional”.

11. ALUCINACIONES ( Fernando García del Carrizo)

Creo que me estoy haciendo viejo. El pensamiento “ cualquier tiempo pasado fue mejor” me surge varias veces cada día. Las épocas y los gustos cambian haciendo que todo sea distinto y a mí ya me coge cansado. Antes, mis encuentros eran a la luz de la luna, ella y yo solos, bajo los acordes de un arpa. Sentía el respeto mezclado con temor en los ojos de la doncella, que con fe, acercaba sus labios a los míos con la esperanza de convertirme en su príncipe amado. Obraba mi magia y aparecía su caballero guapo, esbelto y vestido de azul.  Ahora, en cambio, se ha perdido el romanticismo. Me invitan a fiestas llenas de gente, con música electrónica a todo trapo. Me pasan de mano en mano y en lugar de un tímido beso, me dan lametones en la espalda, donde dicen está mi secreto. Ya no quieren fábulas con hadas o princesas. Buscan la comunión con el infinito.Volar y explorar desde la frontera del cosmos hasta el último rincón de su conciencia. Aburrido, espero a que alcancen su trance para poder volver a mi charca.

10. Fe de ratas (Francisco Javier Igarreta)

Aquella noche Morgan decidió jugar sus propias cartas. Aunque habían acordado previamente todos los detalles del golpe, circunstancias imprevistas le ofrecieron nuevas expectativas. Morgan no pudo resistir la tentación de añadirle su toque personal. Días después pagaría caro su excesivo protagonismo. Sus compinches se ensañaron con él y, dándole por muerto, lo abandonaron en un oscuro callejón. A duras penas pudo reaccionar a tiempo. Las ratas ya habían detectado su presencia y paladeaban el festín. La que parecía el macho alfa se acercó chillando en ademán retador, pero tras ratificar su lamentable estado, retrocedió. Morgan desconocía por completo la sicología de las ratas. Por supuesto ignoraba que compartía con ellas un ancestro y varias secuencias evolutivas. Sin embargo no pudo evitar apreciar en su gesto un atisbo de empatía. El resto de la camada asumió sin dilación la repentina transformación de su líder, cambió el chip y se dejó llevar. Morgan no contaba con la inoportuna presencia de un testigo. Apostado en un rincón, un compinche rezagado contemplaba la escena, acariciando su consustancial pistola. Reacio a ponerse a la altura de las ratas, se portó como un hombre y lo remató.

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